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Saturday 21 de November de 2009, 19:00:58
EL CARLIT (2.921 M.) DESDE EL LAGO DE LAS BULLOSAS
Tipo de Entrada: RELATO | 4195 visitas

Subida a uno de las montañas más emblemáticas del Pirineo, todo y que quede en la parte de Francia, partiendo desde el lago de las Bullosas (Bouillouses en francés), lo que tenía que ser una subida sin demasiadas complicaciones casi acaba con nuestras fuerzas y con nuestra previsión de horario que teníamos...

Llevo varios años queriendo hacer esta excursión y por fin ha llegado el momento, todavía no había subido ninguna montaña del Pirineo francés y ésta iba a ser mi primera excursión internacional.

En esta ocasión me acompañará de nuevo Esteban alias "el Lute", quien al igual que yo está deseando que llegue el día.

Como en esta época del año, 21 de Noviembre, ya hay menos horas de sol y nuestra idea es comenzar a patear cuando salga el sol, toca levantarnos a las 2 de la madrugada, me pongo en pie y me tomo no sé cuantos cafés para despertarme un poco ya que apenas he dormido 3 horas. A las 3 de la noche viene el Lute a buscarme con su coche, salimos de Mataró y tiramos para allá, no hay casi nadie en la carretera y no nos cruzamos a esa hora absolutamente con nadie en toda la collada de Tosas, que nos tenemos que tragar entera, se hace interminable...

A las 6 ya estamos en el parking, tenemos que dejar el coche 5 kilómetros antes del lago porque hay una barrera que nos impide el paso, en esa época no están los autobuses y según dicen la barrera está bajada porque suele haber nieve en la carretera, lo cual veo que no comprueban porque no hay ni rastro. Nos tomamos el último café con el termo, nos ponemos la linterna frontal para irnos alumbrando y para arriba, a esa hora todavía es de noche, como no vemos el paisaje vamos subiendo poco a poco por la carretera, sin prisas pero sin pausas, y a las 7 ya estamos en la presa del lago, a esa hora comienza a amanecer y podemos ver una salida espectacular de sol, no hace demasiado frío para estar a 2.000 metros y en Noviembre, no se ve ni un alma por allí de momento.

Después de hacer las primeras fotos, tomamos la ruta en dirección al hotel Bones Hores, el cual nos encontramos cerrado, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que no pueden subir los coches hasta aquí y poco negocio harían.

Comenzamos a seguir la pintura amarilla, está muy bien señalizado, incluso diría que hasta de una forma exagerada, al principio vamos atravesando un bosque y cruzando el río varias veces, aunque con toda la nieve que hay el camino a veces no queda bien definido y vamos tirando por donde podemos, siempre con el riesgo de no ver por donde circula el rio debajo de la nieve y caernos dentro si pisamos en hueco. 

El tiempo parece que va a ser bueno, apenas se ven nubes. Al llegar al primer cruce, optamos por subir por el de la derecha que lleva hasta el lago de Vivers, ya que es menos concurrido que el clásico que tira hacia la izquierda y por tanto menos solitario. En 5 minutos ya estamos en ese primer lago, está totalmente congelado y no se ve ni el agua, hacemos apuestas sobre quien se atreve a caminar sobre él para ver si el hielo se rompe, y acabamos perdiendo los dos porque ninguno nos atrevemos, aunque hemos tirado pedruscos gordos y se han quedado encima del hielo, parece resistente pero por si acaso no lo intentamos, hacemos unas cuantas fotos y seguimos hacia arriba, este primer tramo de camino va subiendo muy poco a poco y vas ganando altura casi sin darte cuenta, siempre siguiendo la pintura amarilla.

La nieve cada vez comienza a ser más consistente y optamos por ponernos las polainas o acabaremos con las botas empapadas por dentro. Enseguida llegamos al siguiente lago, el de Dougnes, que al igual que el anterior también está congelado. Hace horas que no hemos probado bocado y decidimos parar a comer un poco aunque optamos por meternos dentro de una cabaña metálica que hay cerca ya que el viento comienza a soplar y cuando nos quedamos parados nos enfriamos enseguida. Paramos el tiempo justo para zamparnos el bocata de tortilla y a seguir... vamos viendo más lagos, el de Trebens, el de Sobirá (éste recuerda al continente africano por la forma que tiene) y algunos más. Al cabo de un rato llegamos al cruce con el otro camino de subida que dejamos al inicio, y desde aquí ya se puede ver el Carlit.

La primera impresión que me llevo al verlo es que aquello no hay forma de subirlo por ninguna parte, le hago el comentario al Lute y éste como siempre acaba diciendo que hay que seguir adelante, que nunca tenemos que retroceder, así que no me queda más remedio que hacerle caso...

Hasta aquí la subida ha sido constante y poco pronunciada, pero ahora nos queda lo peor de todo, la parte final. Nos encontramos un montón de raquetas de nieve que un grupo de franceses que van delante han dejado ya que a partir de ahora más que nieve hay hielo y por tanto serán poco útiles. Nos preguntamos de donde habrán salido todos esos franceses teniendo en cuenta que hasta ahora no hemos visto a nadie y salimos muy pronto, más tarde nos comentaron que habían salido del refugio y que habían tirado por el otro camino, por lo que nos acabaron adelantando.

Llegamos a la primera dificultad seria: una pala de nieve/hielo que hay que atravesar lateralmente. Si no fuera por la poca huella que han ido abriendo esos franceses no creo que hubiéramos pasado, aquello era hielo puro y nosotros íbamos sin crampones ni piolet, tan sólo con nuestro par de bastones y ya está, y gracias a ellos!!! ya que tanto el Lute como yo en un par de ocasiones estuvimos a punto de irnos ladera abajo si no llegamos a sujetarnos con los bastones clavados como podíamos en el hielo, ese trozo lo tuvimos que atravesar muy lentamente ya que no queríamos acabar no sé cuantos metros más abajo, ni siquiera me atreví a sacar la cámara de fotos, me faltaban pies y manos para atravesar aquello.

Una vez lo cruzamos pudimos respirar un poco pero con el susto aún en el cuerpo, y llegamos a un pequeño collado donde acabamos alcanzando al grupo de franceses. Nos dimos cuenta de lo mal preparado que íbamos, ya que todos ellos iban con sus crampones, piolets, casco, cuerdas, bastones, arneses... y nosotros a palo seco, sin comentarios...

Para subir desde el collado teníamos dos opciones, bien subir por la cresta de piedra a la izquierda o bien por el centro hasta la enforcadura. Debido a la cantidad de nieve que había en la ruta del centro optamos por subir por la cresta siguiendo las marcas rojas de pintura. Al principio nos fue bastante bien, pero llegó un momento en el que perdimos las señales y comenzamos a subir por donde podíamos, con el agravante que justo en la cresta el viento soplaba con tal fuerza que casi nos tiraba el suelo y nos teníamos que ir agachando, eso sin contar con toda la nieve que levantaba la ventisca y que cuando nos daba en la cara nos acribillaba como si fueran cristales. Nos teníamos ni idea de a que altura podíamos estar ni cuanto quedaba para la cima, no se veía desde allí. La ruta se comenzó a complicar en exceso por la presencia constante de hielo y era muy aérea, teníamos barrancos a ambos lados y resbalaba todo mucho, en ese momento se me pasó por la cabeza dar media vuelta y comenzar a bajar, aún sabiendo que no debía quedar mucho, pera estábamos perdiendo muchísimo tiempo allí metido y casi no avanzábamos. Vimos que el grupo de franceses, que serían unos 15 más o menos e iban encordados, iban por la parte central, por lo que al final decidimos ponernos dentrás de ellos y seguirlos, ya que como habían abierto huella con los crampones lo tendríamos más fácil, aunque para llegar hasta ellos creo que pasamos uno de los momentos más peligrosos ya que llegamos a una zona en la que nos quedamos atascados y no sabíamos como salir de allí, estábamos rodeados de piedras enormes y hielo por todas partes. Los franceses nos miraban con cara de asombro al vernos salir de allí. Finalmente encontramos un pequeño paso y pudimos ponernos a remolque del grupo (fueron las únicas personas que vimos en todo el día).

Cuando comenzamos a subir por la tartera central llena de nieve nos dimos cuenta que ya casi estábamos arriba, no quedaban ni 50 metros hasta la cima, por lo que el último trozo lo atravesamos sin problemas, nos hubiera gustado estar solos en la cima pero si no llega a ser por ese grupo dudo si lo habríamos logrado o no. La cuestión es que finalmente pudimos llegar y nos tomamos un descanso de unos 15 minutos. Me habría estado allí todo el día porque las vistas eran sencillamente espectaculares, creo que es una de las mejores vistas que pueden haber desde una cima, miraras donde miraras aquello era infinito, dicen que desde arriba se ven 27 lagos pero como muchos estaban congelados no pudimos ver tantos, y que en días claros se ve el Aneto y la Maladeta pero con tantas montañas por medio no sabía cuales eran. Sí que pudimos ver el macizo del Canigó (que curiosamente tenía muy poca nieve) y la cara norte del Puigmal, además de muchas otras montañas.

Nos estuvimos haciendo las fotos de rigor y aunque teníamos hambre optamos por ir bajando y comer más abajo para estar más resguardados, cuando el viento soplaba a rachas se notaba el frío, no era de extrañar, estábamos a casi 3.000 metros de altura. Al subir el Carlit había conseguido superar mi récord de altura ya que hasta esa fecha lo más alto que había subido había sido el Puigmal, que tiene 8 metros menos.

La bajada fue totalmente distinta, perdíamos altura rápidamente al ir bajando por la tartera central llena de nieve aunque teníamos que ir con mucho cuidado ya que la pendiente era muy pronunciada, diría que a veces hasta de 50 grados, creo que fue la parte más tranquila de la excursión, enseguida acabamos llegando abajo al collado. Desde abajo se ve todo mucho más impresionante y te preguntas como es posible que hayamos podido subir y bajar por ahí, cuando estás metido dentro no lo parece tanto pero desde la distancia se aprecia mucho más el desnivel y la inclinación.

El tiempo comenzaba a apremiar y no podíamos entretenernos, todavía nos quedaba un buen rato hasta la Bullosa y el "regalo extra" de 5 kilómetros a pie por la carretera hasta el coche por culpa de la maldita barrera. Optamos por bajar por la parte izquierda desde el collado, donde hay un pequeño lago congelado, ya que cruzar de nuevo la pala de nieve helada no nos convencía demasiado, aunque el camino tampoco estaba mucho mejor, había mucho hielo y sin crampones no sabías ni donde colocar el pie. Mientras descendíamos encontramos a un chico francés que estaba solo con su perro, desde arriba lo habíamos visto y llevaba un buen rato quieto, pensábamos que le había pasado algo pero lo único que tenía era miedo a bajar solo, "c'est glacé" nos decía, refiriéndose a que todo aquello estaba helado, finalmente al vernos se decidió a seguir y quiso bajar con nosotros hasta una zona más segura, la verdad es que no sé que hacía una persona sola metida en aquella pendiente de nieve y hielo, ya nos sorprendió mucho que hubiera llegado hasta allí.

Tras acompañarlo un rato nos despedimos de él y continuamos la marcha, ya por una zona mucho más llana, paramos un momento a repostar gasolina (o sea, a comer) y seguimos, esta vez al llegar al 2º cruce bajamos por el otro camino, aunque no sé donde nos metimos luego que acabamos otra vez en el camino por donde habíamos subido, la cuestión era llegar como fuera abajo porque el tiempo se nos echaba encima.

Entre en cansancio acumulado de caminar sobre la nieve y el hielo y el tiempo que llevábamos andando, unas 10 horas, el último trozo se nos hacía eterno, encima la nieve se había ido poniendo más blanda y a cada paso que dábamos metíamos la pierna entera hasta la cintura, aquello era un suplicio y la marcha se nos hacía muy lenta, al final caminábamos más por inercia que no por voluntad propia, queríamos llegar abajo como fuera.

Cuando llegamos a la presa nos alegramos un montón porque había quedado atrás lo peor, el Carlit ya ni se veía, quedaba detrás de otra montaña. Los dolores en las piernas ya comenzaban a hacer mella y todavía nos quedaba el trozo de carretera hasta el coche. Sin perder tiempo comenzamos a bajar por la carretera puesto que ya iba oscureciendo, y aunque eran sólo 5 kilómetros y era de bajada, creo que nunca en vida se me habían hecho tan largos los kilómetros a pie, desde una señal hasta la otra de los puntos kilométricos parecía que hubiera el doble, hasta nos paramos a pensar si es que los habían cambiado de sitio...

Finalmente llegamos al coche justo cuando ya era de noche, casi no se veía nada, nos cambiamos la ropa y de nuevo para casa, si para venir a Francia la collada de Tosas se hizo larga para volver se nos hizo interminable, aquello parecía no tener fin, pero felizmente acabamos llegando a casa 18 horas después de habernos levantado a las 2 de la madrugada, con 6 horas de coche en total y 12 horas de caminata, creo que voy a tardar en repetir algo así...

 

 



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